Esta es una crónica «anacrónica» de mis primeras impresiones en un viaje desde el aeropuerto a La Habana. Llegar a Cuba por primera vez puede ser mezcla de sensaciones y estímulos que te dejan más preguntas que respuestas.

* * *

Hola, ¿cómo está usted?
Mal, pero acostumbrao– respondió Luis.

Un viento con aroma a Caribe me cacheteaba la cara desde la ventanilla de un Chevrolet modelo ’53 convertido en taxi colectivo. En la radio sonaba una guaracha mientras Luis Gabriel Díaz, mi conductor designado, palmeaba suavemente el ritmo del contrabajo sobre el fino volante de madera nacarada. El asfalto granulado de la ruta se esfumaba por ese peculiar efecto visual que provoca el calor, que nos obligó a hacer una breve parada en un puesto de frutas al costado de la ruta. Compré un jugo de Guayaba para refrescarme y seguimos viaje con rumbo a La Habana.

Viajar a Cuba

Junto a nosotros nos llevamos a Mayelin, una mulata que atendía el puesto, pues ya era hora de cerrar y volver a casa. Subió atrás. La miré por el retrovisor, haciéndome el distraído. El pelo enredado, los labios partidos y sus ojeras agotadas buscando descanso en la llanura del paisaje. La miré un largo rato, hasta que en un golpe de segundo cruzamos nuestras miradas sobre el espejo. Se sonrió y bajó la vista. Hurgó dentro de su cartera hasta que sacó “Más allá del bien y del mal” de Nietzsche y se puso a leer. Me avergoncé mucho. En principio por haber sido sorprendido in fraganti, pero también por presuponer que una joven vendedora de jugos jamás podría estar leyendo filosofía alemana. Más tarde, mis prejuicios se refutarían cuando cruzamos un cartel que rezaba “Analfabetismo 0%” y debajo mostraba la imagen de un escolar y concluía: “Que sean como el Che”.

El Chevrolet no superaba los 50 km/h. A lo lejos divisé un extraño puente que parecía rebanado exactamente por la mitad. Lo atravesamos.

-¿Huracanes?- pregunté.

Luis largó una carcajada -¿Huracanes? ¡Qué va! ¡Eso está parao desde el 89!- Lo llamaron El Período Especial. La caída de la Unión Soviética, significó para los cubanos que el chorro de dinero de Moscú se cortase de un día para otro. Pero aquello especial se convirtió en esencial y muchas de las obras del momento quedaron así, suspendidas en el tiempo durante décadas, como recuerdos de un mañana que quedó rengo.

Viajar a Cuba

Sospeché que ya estábamos llegando a la ciudad porque lentamente el descampado le había dado paso a un barrio casas bajas, todas exactamente iguales, cada una de un color diferente.

-Vea usté, es que aquí todo el mundo está en la calle. ¡Observe!- dijo Luis. Es cierto. En Cuba, la vida sucede en el espacio público, sobre todo luego de las cinco de la tarde: la hora del dominó. El más popular de los “deportes” se apodera de los rincones de sombra con grupos de entre cuatro a diez personas que serpentean las fichas monocromáticas durante las horas del fresco sentados sobre cajones de soda. Cada batalla es una excusa para matar el tiempo en compañía.

Tomamos una ancha avenida de palmeras que en unos pocos minutos desembocó en la famosa Plaza de la Revolución. Sentí el cosquilleo en las piernas de llegar a un lugar que puede ser una caja de pandora, y en la nuca, los ojos desconfiados del retrato de Camilo Cienfuegos desde el Ministerio de Comunicaciones. Mayelin juntó sus petates con apuro y pidió bajar unas pocas calles después. Sacó unos billetes de su cartera y los estrujó en el puño para pagarle al conductor. Le dije que no hacía falta, un poco para remendar mi conciencia con algo de galantería y bastante más por verla sonreír por última vez. Luego cerró la puerta y desapareció de mi vida para siempre.

Viajar a Cuba

Yo bajé en La Habana Nueva, que a decir verdad, de nueva no tiene nada. Edificios de dos plantas, de puertas abiertas, con las paredes corroídas por el tiempo que forman un diseño irregular, camuflado por la humedad y el salitre. Balcones oxidados de los que cuelgan helechos, cables, manteles y señoras en camisón que se cuentan los chismes del día. Dicen que en los balcones de La Habana, se esconde una dimensión paralela, un mundo aparte, que sucede a seis metros sobre el nivel del mar.

balcones de La Habana

Mientras tanto, abajo, el día se va acabando. Algunos vuelven del mercado, otros del trabajo, otros de la universidad. Los niños juegan a la pelota amenazando el curso de las bicicletas que desplazan a familias enteras. Paso por una pequeña plazoleta y veo una ronda de hombres. Me acerco. Pienso que están discutiendo sobre política, pero no, discuten sobre béisbol. Se me arrima una vieja con arrugas como zanjas y ojos vidriosos, del brazo de su nieto en musculosa de la NBA. Ella me saluda. Él me escudriña con recelo. Ella me pide 10 dólares. Sigo camino y espío por la ventana de una peluquería, un altar con un vaso de agua, una cruz de madera, una estatuilla de San Lázaro y un cuadro de Fidel Castro. En la esquina próxima veo un zapatero coser la suela de unos mocasines marrones sentado el cordón de la vereda. Pienso que Cuba sea, quizás, un pueblo remendado, una y otra vez a lo largo de su historia.

Voy rumbo al mar. Mientras recorro el malecón, el viento sopla, las olas rompen, los pescadores pescan, los amigos ríen, los niños corren, los padres discuten, los enamorados besan. Una chica saca una trompeta de su bolso y comienza  a tocar la melodía de un bolero de cara al océano, quise creer, dedicada a Yemanjá. Ya cansado, me detuve a escucharla y supe entonces que Hemingway tenía razón: No hay una sóla cosa que sea verdad. Todo es verdad.

Plaza de la revolución

 

Datos útiles para viajar a Cuba

Transporte y Alojamiento

Hay vuelos regulares desde Buenos Aires a La Habana por Copa y Avianca. Una vez en La Habana, podes usar las guaguas (colectivos) o los CocoTaxis para moverte dentro de la ciudad. También hay empresas de buses como Vía Azul que te llevan a diferentes lugares de la isla.

La Habana puede ser una ciudad un poco cara, depende qué zona elijas. Aún así tenés de todo, desde alojamiento en casas de familia hasta hoteles boutique. Algunas agencias de turismo suelen ofrecer paquetes con un buen mix entre casas particulares en La Habana y unos días de Resort All Inclusive en alguna playa paradisíaca. Podés encontrar muy buenas ofertas para viajar a Cuba en el  sitio de Voyage Privé.

¿Qué comer?

Te voy a recomendar dos cosas:

  1. No te vayas de Cuba sin probar sus Moros y Cristianos. Se trata de un plato de arroz arroz blanco con frijoles negros que representan no sólo la gastronomía cubana, sino también algo de su cultura.
  2. Tomate un mojito en la Bodeguita del Medio. Ron, lima, hierbabuena y soda. Un trago 100% cubano en un lugar emblemático de La Habana, por donde pasaron miles y miles de turistas y famosos.

Antes de viajar

Vas a necesitar obtener un visado, que tendrás que tramitar en la embajada o consulado más cercano a tu localidad. El costo de la visa de turista es de 20 dólares para argentinos y el trámite es muy sencillo.

Más info en la Embajada de Cuba: Virrey del Pino 1810, Buenos Aires. Teléfono: (+5411) 4782-9049

También te van a exigir sí o sí un seguro médico obligatorio. Te recomiendo contratarlo en Assist-365 y obtener un descuento utilizando el código IRANDANDO

Tip #irandando

Antes de subirte al avión, te recomiendo que vayas poniéndote en clima y sintiendo la cultura cubana con:

  • Una película: 7 días en La Habana. Con esta peli empezás a viajar a sin viajar. Siete grandes directores, algunos como Benicio del Toro y Pablo Trapero, te cuentan siete historias que transcurren la capital cubana y te la pintan, cada uno desde su propia mirada.
  • Un libro: El Viejo y el Mar – E. Hemingway. El propio Hemingway dijo algunas vez que fue lo mejor que había escrito en su vida. Inspirada en La Habana, donde el autor vivió por 20 años, no es casualidad que su protagonista se llame Santiago. El viejo y el mar es una historia corta y simple, pero repleta de enseñanzas sobre la superación a la adversidad, algo 100% cubano.
  • Un Disco: Yusa – Yusa. Rumba, trova, guaracha, guaguancó, etc. Cuba sea quizás el lugar con mayor riqueza musical por metro cuadrado. Esta vez te traigo a una virtuosa artista que mezcla todo eso con una fuerte influencia de jazz. Cada palabra y cada nota en su lugar. Sutil, prolija y compleja, así es Yusa. No te la pierdas.

¡Gracias!

Todas las fotos de este post pertenecen al gran Sebastían Cabrera.

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