Volvimos de viaje… {Sí, volvimos justo unos días antes del mundial (adhiero completamente a la teoría de quienes dicen que la vida de un hombre se organiza por «mundiales»). Al principio volvió el cuerpo (mi alma se quedó atornillada en el Paso de Jama) menos mi cerebro… (¡uff mi cerebro!) que fue llegando en cómodas cuotas. En realidad volvimos (inevitablemente, teniendo en cuenta desde que nos fuimos siempre estuvimos volviendo) para volver a viajar juntos lo más rápido posible. Un efecto rebote, un paréntesis, dijimos. Volvimos y no teníamos a donde ir. Al principio nos quedamos con nuestras familias (las ganas de verlos y las excusas del reencuentro pasan), luego no tuvimos más remedio que armar nuestro departamento (para ese entonces Argentina ya había perdido esa maldita final). Entonces había que arreglarlo, pintarlo, ponerle cosas adentro. Mesas, sillas, cama, cocina, toallas, cortinas (¡hasta hace unos días dormía en el piso y ahora estoy pensando en cortinas!) Para eso hubo que buscar trabajo, claro, algún proyecto… (algo temporal, no nos comprometamos con nada, pues vamos a estar poco tiempo en Buenos Aires). Como un tobogán, nos lanzamos a las entrevistas, las reuniones, los impuestos, las cajas previsionales, los colegios profesionales, las obras sociales (menos mal porque también aparecieron las primeras enfermedades). Aprovechemos para estudiar fotografía. Este mes no, hay mucho trabajo. El próximo. Empezamos a ir al cine, a salir con amigos, a quedarnos mirando Netflix desde el sillón. Vino el primer cumpleaños y de repente, los asados donde ya no sos la novedad. Ya aburriste con tanta anécdota. Empezamos a hablar de otras cosas. Hay elecciones el mes que viene. Baja el dólar, sube la inflación, baja la inflación, sube el dólar. Otro caso de corrupción. La tele. Matan a uno, secuestran a otro. Susana se peleó con Mirtha. Mirtha se peleó con Moria. Moria se peleó con Susana pero se arreglo con Mirtha. Y Susana para no ser menos, se arregló con Mirtha y… empieza el fútbol (¡gracias a dios!). Ya casi no hablo de viajes, con los demás, claro, porque entre nosotros es nuestro tema principal. Si hasta nos queda pegado el acento colombiano, imposible de sacarse del habla y del corazón. Y las palabras. ¡Que no se llama bomba la estación de servicio! Quiero presentar la tesis pero mi idea no sirve. Tampoco llego a hacerla de cero si el año que viene me voy. Termina el invierno. La primavera. Llega el verano. ¿Qué hacemos? Y si, pongamos el aire acondicionado porque nos estamos cagando de calor. Visita a La Rioja. Nos vamos en mayo. Se muere el tío. Se muere la abuela. Mis amigos son padres y soy tan feliz que me olvido del tiempo (y del curso de fotografía). Quiero verlo gatear. Me jodo la columna así que empiezo natación. Vito, profesorado de Yoga. Hay un nuevo gobierno, y todo lo que era de una manera, ahora es al revés. Voy a jugar a la pelota los lunes, a terapia los martes, almuerzo con mi viejo los viernes. ¿Y el efecto rebote? Cuando vas por la cuarta temporada de House of cards te preguntas si el paréntesis era Buenos Aires o lo fue el viaje. Empezamos vivir acontecimientos que pensábamos que no íbamos a estar presentes. Un bautismo, una despedida, un casamiento. Y estuvo bueno. Se siente bien, no les voy a mentir. Pero te queda una sensación hincha pelotas, como una piedra en el zapato, que te dice que te vas a arrepentir toda la vida. Otoño… Invierno. Odio el invierno. Pero falta menos. En el verano nos vamos. ¡Asia, está decidido! Cambiamos el colchón. Me enfermo feo, me internan, me operaran, me recupero. Hay que pintar el departamento, arreglar la cerradura, alquilarlo. Te das de baja del monotributo, cambias tu domicilio. Ya no hay vuelta atrás. Simplemente hay que apretar ese el bendito botón de «confirmar compra«que se hizo rogar durante tres años} y mañana nos volvemos a ir!

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