De todos los viajes por La Rioja, la Quebrada de los Cóndores es sin dudas uno de los mejores secretos que tiene la provincia. Ya me lo habían recomendado muchas personas y todos coincidían en algo: es imperdible.

Esperábamos a Juan observando la vida de pueblo, sentados en un banco de la plaza de Olta, ubicada sobre aquel caminito que inspiró a Gabino Coria Peñaloza a componer la letra de uno de los tangos más célebres y polémicos de Argentina (aunque eso es otra historia que ya conté). Debía pasar a buscarnos, porque donde íbamos, no llega ningún transporte público. Es más, no llega mucha gente. Nos dirigíamos al corazón de Sierras de los Quinteros a vivir (lo sabría luego), una de las experiencias más emocionantes de mi vida de viajero. Nos íbamos a encontrar cara a cara con los amos y señores de los Andes.

La Posta

Se nos apareció en su camioneta 4×4, en el lugar indicado, a la hora señalada. Antes que nada, debíamos resolver algunas cuestiones de rigor: lo acompañamos a comprar alfalfa para los caballos, víveres para los humanos y a pagar algunos impuestos, porque como nos comentó, cuando se baja de la montaña hay que aprovechar para completar todas las diligencias posibles.

Don Juan de la Vega Peñaloza, durante las primeras horas de viaje se nos presentaba tal como es: Simple, amable, hospitalario, emprendedor y gran contador de historias. Mientras conducía en la total oscuridad de la noche, nos relató toda la fantástica historia de su familia y de su proyecto “La Posta de los Cóndores”.

Su árbol genealógico desciende desde épocas de la colonia, con importantes miembros en la vida política y social de nuestro país. Entre sus antepasados, figura el mismísimo Chacho Peñaloza, sus tatarabuelos fueron sus parientes, amigos y generales; su abuelo, gobernador de la provincia y su papá, oriundo e intendente de la ciudad de Tama y heredero de las tierras familiares en los más alto de las Sierras de los Quinteros. Allí, donde yacía una antigua posta abandonada que en su momento sirvió de escondite para los caudillos federales, convertida hoy en un emprendimiento turístico: “Hoy vas a dormir, en la misma habitación que durmió el Chacho” dijo con orgullo.

Ubicada a mas de 1000 msnm, llegar a la posta es como llegar al paraíso riojano. Abunda el aire fresco, el verde de la huerta, los colores de las flores y el sonido del agua del arroyo. Juan y su hermano José heredaron estas tierras de su padre, que la heredó de su abuelo y así sigue el pasamanos desde principios del siglo XVIII. Merced de la Santa Cruz de la Sierra, se llama desde aquel tiempo y según me cuenta, recibió ese nombre por la cruz de quebracho que se erige en la cima del cerro contiguo, la misma que ha sobrevivido a las inclemencias del clima y del tiempo a través de veinticinco décadas.

Quebrada de los cóndores

José recuerda que su padre, ya retirado de su vida política, decidió recuperar aquel paraje abandonado para pasar sus últimos años de vida en la montaña que tanto amaba. “Veníamos en las vacaciones, a pie y a lomo de mula desde Tama, trayendo los materiales y herramientas para construir la posta” me cuenta mientras amasa el pan en una antigua máquina tal como lo hacia sus antepasados. “Cuando mi padre falleció, decidimos que teníamos que darle un motivo productivo y ahí se nos ocurrió la idea del turismo.”

Juan y José, se embarcaron en un emprendimiento, a simple vista, imposible: “Una locura”, dicen hoy. En la posta no había ni gas, ni electricidad, ni agua potable. No había nada. Ellos abrieron caminos, sembraron plantas, compraron paneles solares, hicieron un sistema de agua aprovechando el arroyo, trajeron señal de teléfono y hasta finalmente, gestionaron la llegada de sistema eléctrico. Todo se hizo con mucha paciencia, trabajo, pasión y respeto por su propia historia y el lugar.

pan casero

De los cóndores

Mañana va a ser un día lindo, van a ver los cóndores”, fue el pronosticó Juan antes de irse a dormir. La noche llega rápido en la montaña y yo tenía sueño. Me acerqué a la biblioteca y tomé un libro. Abrí en la página 143.

Se eleva muy alto, dueño y señor del aire, siguiendo la dirección del viento trazando amplios y serenos círculos”. Y sigue más adelante, “Era el ave sagrada de los incas. Los curacas se llamaban a sí mismos como sus descendientes y se adornaban con sus plumas para asistir a ceremonias religiosas.” Todavía no comprendía la magnitud de lo que iba vivir al día siguiente, pero aquel libro sería todo un presagio.

Bien temprano, mientras degustábamos un desayuno de pan casero y mermeladas artesanales, nos vino a buscar nuestro guía de montaña: Miguel. Nos subimos a una camioneta que a través de caminos de tierra nos llevó hasta la entrada del parque provincial. Desde allí había que seguir a pie. El trekking nos internó en las entrañas de las Sierras de los Quinteros, cruzando arroyos, vertientes y subiendo cuestas hacia miradores imponentes.

Así se ven los líquenes en las rocas.

Miguel nos contó sobre una interesante manera de ubicarse en la montaña. Los líquenes, son esos hongos que crecen en las rocas y las cortezas de los árboles mayormente en la cara expuesta al sur. De está manera, funciona esta especie de brújula natural. El camino estaba salpicado de enormes “piedras bola”como si algún dios hubiese jugado a la payana con el paisaje. Sea el de los cristianos o el de los incas, da lo mismo, para alcanzarlo hay que apuntarle al cielo y llegar a la cima. Hacia allí íbamos.

Atravesamos un verde valle, a los pies de una pared rocosa. Era por allí. Tomamos una pendiente que debía llevarnos hasta “el balcón” y justo cuando le iba a preguntar porque lo llamaban así, me encontré con la evidencia.

Me quede mudo. El paisaje era imponente, indescriptible. Estábamos a más de 2.000 msnm, parados en el filo de un precipicio que caía directamente a cero, a los famosos llanos riojanos.

– “Mirá allá, al horizonte. Esas son las sierras de Córdoba”, dijo  Miguel. “A veces, los cóndores van a comer hasta allá.”.

– ¿Y dónde están?, pregunté.

– “Abajo tuyo. Todos los nidos están en cuevas, justo aquí, debajo de nosotros. Ahora hay que esperar, a ver si podemos ver alguno. Hay que hacer mucho silencio.”

Nos sentamos en la piedra. Con los pies colgando al vacío. Esperamos un buen rato.

“Son aves muy leales ¿Sabés? Viven en pareja toda su vida. Cuando tienen una cría, se turnan para cuidarla mientras el otro sale a buscar comida, una semana cada uno. Y dicen que cuando uno muere, el que queda solo se suicida.”

Lo escucho atentamente hasta que de repente exclamó– “¡Mirá allá!” – mientras me señala la montaña de enfrente. “Debe haber algún animal muerto. Son carroñeros. Ojalá que vengan…. son muchos.”

Parece que su deseo fue un presagio porque a partir de ese momento algo cambió.

– “Vito, creo que vienen para acá…” le dije.

– “Creo que sí.” me dijo.

– “Son muchos en serio…” y fue lo último que dije hasta que todo terminó.

Planean a una velocidad increíble. En pocos segundos habían cruzado de cima a cima y teníamos a más de 15 cóndores apuntando directamente hacia nosotros. Confieso que en un momento temí que nos vayan a embestir. La adrenalina y la emoción te corre por cada centímetro de tu aparato circulatorio cuando estás ante semejante experiencia, justo frente a tus ojos.

Pasaron por encima de nuestras cabezas en una formación perfecta, como si fuesen una flota de aviones de la segunda guerra. Me quedé helado, aún recuerdo el sonido de sus alas cortando el aire…. “Fiuuuu – Fiuuuu”. Mientras los mirábamos fascinados, ellos no nos quitaban la vista de encima. Tenían la situación perfectamente controlada y me sentí un intruso en evidencia, un preso en el panóptico de Foucault.

Justo cuando creí que se marcharían, pegaron media vuelta y de nuevo: “Fiuuuu – Fiuuuuu”. Estaban volándonos en círculos, una y otra vez. Los mas jóvenes, más curiosos, se acercaban a centímetros, tan cerca que creía que los podría tocar. Podía ver cada detalle de sus cuerpos, cada pluma de sus alas. Pude incluso, mirarlos a los ojos. Son enormes, majestuosos, divinos.

Entonces recordé un párrafo del libro que había leído en la posta:“En el altiplano, le daban el nombre de Huasa-Mallcu a un gigante que a veces se presentaba en forma de cóndor. Protegía las viviendas y cosechas, ahuyentaba los ladrones y malos espíritus, detenía la caída de granizo y desde lo alto, acompañaba a pastores y niños en el camino.” A esa altura, ya les había dado la razón a los incas. Si hay un Dios, tiene que ser cóndor. Porque sólo un Dios puede volar con esa libertad, que no es cualquier libertad sino, una real soberbia soberanía sobre su propio ser y su destino.

Pasaron unas cuantas veces más, hasta que lo creyeron suficiente y se esfumaron en el cielo. Lo tomé como una señal y decidimos volver. Pero sin antes, inclinar mi cabeza hacia lo alto y ofrecer mi reverencia a los amos y señores de los Andes.

Datos útiles para potenciales viajeros

¿Cómo llegar?

En bus: Desde la antigua terminal de Ciudad de La Rioja. Salen combis y transfers que lo llevan hasta Olta. Allí deben combinar con Juan o José para que los pase a buscar y los lleve a la posta. Más abajo les dejo sus teléfonos y mails para que hablen con ellos.

En auto : Desde la Ciudad de La Rioja, hay que llegar Patquía por la ruta 30, desviarse por la 29 hasta Punta de los llanos y llegar finalmente a Tama, vía ruta 30.

Desde allí se toma un camino de tierra, hasta el pueblo de Pacatala y finalmente el sendero termina en la Posta de los Cóndores. Más fácil… en el mapa!

 

¿Qué hacer?

Si bien se pueden hacer otro tipo de excursiones, la estrella del lugar es el trekking o cabalgata (esto es a elección) a la Quebrada de los Cóndores. Es una caminata de 3 horas, con dificultad baja. Van a poder ver muchos y les aseguro que va a ser una experiencia inolvidable, además de paisajes bellísimos.

Alojamiento y Gastronomía:

A dónde van hay sólo un lugar donde pasar la noche y comer: La posta de los cóndores. Cuenta con habitaciones privadas con baño y agua caliente. Comedor, parrilla, servicio de mucama, lavandería y televisor en sala común (¡Y estaban construyendo la pileta!).  El predio es hermoscísimo, lleno de verde y con bajada al río. Si van en sus vehículos pueden estacionar allí mismo. Incluye desayuno artesanal.

Para la hora del hambre, se preparan todo tipo de comidas típicas y de muy buena calidad. No se pierdan su famoso cabrito al horno de barro, acompañado de un buen vino riojano.

La atención es inmejorable. Nos quedamos muy encariñados con toda la gente que trabaja en la Posta.

Teléfonos: 380-15-4547853 | 380-15-4803725 | 380-15-4507011
Info y reservas: postaloscondores@yahoo.com

Consejos útiles:

Por más que sea verano y haga mucho calor, van a estar a más de 1000 msnm, con lo cual si esta nublado o por las noches hace mucho frío. ¡Lleven abrigo! Además, los infaltables para cualquier trekking por montaña: protección solar, calzado adecuado (zapatillas), ropa cómoda,  gorra y anteojos de sol.

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