Historias de vida

Escuchamos el motor de una camioneta y acto seguido, tres bocinazos en la entrada de las cabañas dónde estábamos alojados en Villa Unión. Del interior del vehículo salió Ricardo con sus bermudas, su remera «jipi» con motivos aborígenes y el pelo largo canoso atado con una coleta. «¿Preparados para conocer Guandacol?», dijo. Y nos fuimos. Nos había alojado en sus cabañas con una sola condición: que luego debíamos ir a visitar un pueblo cercano, dónde ellos mismos vivían. Una invitación nunca va de la mano de otra invitación. Por eso, desde el primer momento, aquel viaje me pareció que podría ser una gran historia.

– «Ahora, cuando agarremos la 40… ¡Vas a ver qué paisaje! Es lo más lindo de La Rioja. Igual no te lo voy a decir yo. Ya lo vas a comprobar vos mismo.»

Así tomábamos la mítica Ruta 40 que une Argentina de punta a punta, de norte a sur. La misma que guarda historias de grandes viajes. Aunque andábamos por una planicie, habíamos subimos unos cuantos metros sobre el nivel del mar. No lo noté hasta que Ricardo me lo dijo. Por la ventanilla asomaba toda la majestuosidad del típico paisaje del oeste riojano: el desierto.

– «¿Sabés que por acá, hace unos años, vinieron unos científicos europeos?»

– ¿Si?

– «Vinieron con unas máquinas a medir la radiación solar y descubrieron acá el sol es más fuerte que en el Sahara. ¿Qué me decís?»

Entonces le tuve que contar algunas de mis anécdotas calurosas de mi viaje por el desierto de Marruecos hasta que me interrumpió:

– «¡Mirá! A ese Cerro lo llamamos «El Mantecol». Imaginate por qué.»

Ricardo y Marisa son un matrimonio de maestros que durante toda su vida vivieron y trabajaron en Buenos Aires. Cuando se jubilaron, supieron que era el momento de cumplir el sueño de una vida tranquila y provinciana. “Yo sabía que era el noroeste, siempre me gustó el lugar, la gente…”, me contó. Así que agarraron su camioneta y salieron a recorrer la zona en busca de la Tierra Prometida. Tenían una pista, San Juan o La Rioja. Subían por la Ruta 40 rumbo al norte, cuando se toparon con un pueblo. Ricardo se enamoró a primera vista y desde ese momento, viven en Guandacol, a unos 35 kilómetros de Villa Unión. 

Allí decidieron comprar un terreno para construir su humilde imperio. Paso a paso levantaron una hostería hecha íntegramente adobe: Las Jarillas de Guandacol, le pusieron al cartel de bienvenida, al final de un camino rural de tierra, de vecinos de puertas abiertas, de perros que te «chumban», de alacranes distraídos y de siestas a la sombras de los algarrobos. Allá, como ellos lo soñaron, a las afueras del pueblo y del tiempo.

Ricardo es un personaje entrañable. Renegado, auténtico, comunista, intelectual, bohemio, divertido, justiciero y generoso. Desarrolló su propio universo guandacolino. Junto con sus cabañas que «respetan el entorno y los materiales de la tierra», construyó además una peña dónde intenta promover la cultura, trae músicos, artistas, hace ciclos de cine, talleres y debates. Aparentemente sin mucho éxito de convocatoria.

Allí también tiene su estudio, donde se entrega a la lectura de literatura y política; y como siempre le gustó la idea tomar vino gratis, adquirió sus propios viñedos, construyó su propia bodega y fabrica su propio torrontés: El resultado: «el mejor vino del mundo» según el paladar de su dueño.


Sus momentos de ocio pasan entre lecturas, viñedos, paseos en bicicleta y charlas con co-pueblerinos. El trabajo, entre la atención y mantenimiento de las cabañas (que es excelente por cierto), y la promoción turística de Guandacol. Está empeñado en sacar adelante su empresa como un Quijote del siglo XXI, y reflotar el turismo de su pueblo, aunque con reservas, porque como él mismo me pidió: «Escribí lindo así viene mucha gente, pero tratá que no vengan muchos boludos.»  Y yo desde este teclado, confío en poder cumplirle su deseo.


Historias con Historia

Guandacol es un pueblo pequeño que supo tener un pasado algo más esplendoroso que su presente. Para darse cuenta de ello basta con recorrer las calles desoladas de la tarde y observar las grandes casonas coloniales, las escuelas y una plaza central desproporcionadamente grande y hermosa, para la cantidad de habitantes que pueden disfrutarla. De hecho, en otras épocas, el pueblo, era la capital del departamento hasta que luego algunos años ese privilegio le fuese transferido a Villa Unión. Es por ello que aún hoy los guandacolinos guardan una cierta nostalgia y algo de bronca; y algunos hasta se atreven a juntar firmas para independizase del Departamento Coronel Felipe Varela.

¡Que ironía sería! Si el mismísimo Varela vivió allí. ¡Claro! Felipe Varela, es origen catamarqueño, pero el amor lo condujo hasta Guandacol. Cuenta la historia que en una visita al pueblo conoció a un tal Santiago Castillo, Comandante de las Milicias Locales y ni lerdo ni perezoso, con la intención de casarse con su hija Trinidad, decidió radicarse definitivamente.

Fue uno de los últimos caudillos del interior que luchó contra el poderío centralista de Buenos Aires desde que se unió a las tropas del Chacho Peñaloza. Por su tenacidad y resistencia hasta el final de la lucha se lo conoce como «El Quijote de los Andes».

Participó de la famosa Revolución de los Colorados y tuvo al mando el Oeste de La Rioja, que tenía un claro sentimiento federal. Opositor acérrimo a la Guerra del Paraguay, lanzó su proclama revolucionaria.

«¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental! Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.»

El transcurso de la Historia Argentina le dio la espalda a Varela y a otros tantos caudillos federales. Ante la derrota, Felipe resistió «desde el monte» hasta que finalmente, derrotado se fue al exilio chileno. En Guandacol aún queda su casa, que un grupo de vecinos intenta reconstruir como museo memoria de uno de sus mejores hombres.

Unas cuadras más allá (no muchas, claro!) se encuentra el Olivo Histórico. ¿Cómo es eso? Es que de aquel árbol centenario partió la Expedición Zelada-Dávila. 

El famosísimo Cruce de los Andes que llevó a cabo San Martín para la independencia de Chile, contaba con además de sus dos columnas principales, con cuatro auxiliadoras. Todas ellas debían tener una sincronización casi imposible para las posibilidades de la época. Tenían estipulados tiempos de viaje y fechas tomas de posesión exactas para que la travesía tenga éxito.

Una de esas expediciones partió desde La Rioja organizada nada más y nada menos que por Manuel Belgrano. Ubicado en Tucumán organizó hombres y envió a Francisco Zelada y Nicolás Dávila al mando de la cruzada. En ese momento, la provincia era una de las más pobres del país, por lo que la mayoría de milicianos eran mulatos, indios y arrieros sin ningún tipo de experiencia ni armamento. De todos modos, la expedición salió y cumplió su cometido. Un 22 de Febrero de 1817 tomaron simultáneamente Huasco y Copiapó, tal como lo había planeado el Gral. San Martín.  Muchos dicen que dada la cantidad hombres y la dificultad del viaje (a más de 5.000 msnm), la Expedición Zelada-Dávila, fue incluso más importante que la que cruzó a Chile por San Juan.

Este 5 de enero se cumplieron dos siglos de aquella hazaña y una vez más, como cada año, partió una expedición de honor que desandó aquel mismo camino hasta la frontera, para encontrarse con sus vecinos chilenos que han hecho su parte para rendirle homenaje a aquellos héroes anónimos.


Historias Sobre-Naturales

El punto álgido de una visita a Guandacol, debería ser Vallecito Encantado. Es el «must» para el viajero y el orgullo para el local. Para llegar hay que conocer, pues no hay ningún cartel y uno debe desviarse de RN 40, unos kilómetros antes de llegar al pueblo. Nosotros fuimos con unos amigos que hicimos aquellos días y no podían permitir que nos fuésemos sin descubrir su joya.

Nos detuvimos al costado de la ruta, como si fuese en cualquier lugar y a pie, bajamos a un pequeño valle que como indica su nombre, guarda varias historias de espíritus y alimañas sobrenaturales que se realimentan según pasan los años y el teléfono descompuesto de la vida pueblerina.

El lugar es fantástico y ciertamente guarda algún tipo de energía. Es como entrar a otro planeta (pienso que Marte sería el indicado) de desiertos con rocas rojizas salpicadas por el blanco de la sal y de fondo toda la magia del «El Mantecol» (como me enseñó Ricardo).

Un dato importante, estamos completamente solos. Ello nos abona un poco las teorías supersticiosas, pero nos da pie para disfrutar de un mini Talampaya «a la carta», sin guías, ni senderos, ni carteles. Toda la naturaleza en estado puro y como debe ser, espontánea. Debíamos buscar las geoformas más famosas: La Copa Rota, El Barco, El Sombrero Mexicano y por supuesto, la más anhelada, La Copa del Mundo.

Y así, entre búsquedas y anécdotas llegó la hora mágica que tanto hablan los fotógrafos y mientras caía el sol nos dimos cuenta que finalmente aquellas historias eran ciertas y el Vallecito Encantado, acababa de hechizarnos.

 

 

DATOS ÚTILES PARA POTENCIALES VIAJEROS

¿Cómo llegar?

En bus: Hay viajes todos los días desde la Ciudad de La Rioja, por la empresa FACUNDO. Del total de los servicios, hay algunos que llegan hasta Guandacol.
En auto: Se accede por la mítica RN 40 vía Cuesta de Miranda. Desde Villa Unión hay aproximadamente 35 kms hasta Guandacol.

¿Qué hacer?

  1. Recorrido por el pueblo.
  2. Casa de Felipe Varela.
  3. Algarrobo Histórico.
  4. Río Guandacol.
  5. Vallecito Encantado.

 

Alojamiento:

Hostel Las Jarillas de Guandacol: Mariano Moreno s/n, Guandacol. El único hostel del lugar. De estilo rústico y respetando los materiales del lugar. Habitaciones privadas. Agua caliente. Comedor y cocina compartida totalmente equipada, parrilla, Wifi, Televisor en sala común. Estacionamiento dentro del predio. Bodega de vino casero 100% orgánico. Optativo, desayuno y cena. Teléfono: 011 1568860792 | info y reservas: lasjarillasdeguandacol@yahoo.com

Gastronomía:

No se pierdan comer un buen cabrito a las brasas. También les sugiero comprar sus exquisitos productos regionales y un buen vino riojano.

Consejos útiles:

Dado el clima del lugar es recomendable llevar botella de agua, protección solar, calzado adecuado (zapatillas), ropa liviana, un abrigo, gorra y anteojos de sol.

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