“A mi Villa Unión, llega la luz de los nevados
cielo de quietud que baja cruzando mi pago.
Yo soy de Banda Florida, niña de mi corazón
Peoncito viñatero, chayero, de Villa Unión..”
Peon Viñador de Jose Jesús Oyola

No nos alcanzaba con haber acampado en Talampaya. Tampoco, con haber terminado un trekking que nos había llevado a caminar durante toda la mañana por quebradas, pasadizos y formaciones rocosas en medio del cañón más espectacular de Sudamérica. Nunca alcanza. Era pleno mediodía y no tuvimos la mejor idea que salir a la ruta a hacer dedo con rumbo a Villa Unión. El asfalto brillaba y esfumaba la doble linea amarilla, con ese efecto de espejismo que sólo se produce en el desierto. Había un arbolito. Uno solo. Mediano, flaco, casi insignificante entre tanto calor, que proyectaba unos centímetros de sombra que ya había acaparado un lugareño. No había ruidos. Nada que interrumpiese ese silencio terapéutico para la mente de ciudad. De vez en cuando, se escuchaba el crujir del polvo cuando nuestro compañero de espera movía el pie en el suelo. No pasaba nada, hasta que pasó. Gabriela y Pablo en una Kangoo y nos fuimos todos juntos a recorrer un nuevo destino.

Calles desiertas, Calles floridas

Llegamos a las tres de la tarde, hora de la siesta. No se registraba ningún signo de vida humana a la vista durante todo el recorrido sobre la ruta. En Villa Unión, como en muchos otras localidades de Argentina, la carretera se introduce en la urbanización (o viceversa, según desde donde se mire) convirtiéndose en la “avenida principal”.  Vacía. Todo estaba cerrado y desolado. Solamente se sentían a lo lejos, las voces de unos niños jugando en un pequeño arroyo que dividía al pueblo en dos. Resultó ser el Río Bermejo y en realidad no lo dividía, sino que cruzando el agua, uno se internaba en el pueblo anexo (espero no herir susceptibilidades riojanas) de Banda Florida.

Villa Unión, La Rioja, Argentina.
Nos descalzamos y cruzamos. Banda Florida es una calle. Quizás una de las calles más lindas que conocí. Primero de asfalto y luego de tierra, surca los campos de viñedos hasta perderse a lo lejos en un cerro de colores. Las casas son casi todas de barro, muy útiles en lugares donde hay mucha amplitud térmica ya que brindan fresco en verano y calidez en invierno. De las ventanas cuelgan flores sembradas en latas de tomates reutilizadas. En sus patios relinchan algunos caballos y los perros miran de reojo al forastero desde la sombra de un parral, pensando que está muy buena la siesta y hace demasiado calor para salir a defender su territorio.

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Villa Unión, La Rioja, Argentina.

El Ángel

De allí era Miguel Angel Gaitán, protagonista de una de esas historias paganas de creer o reventar, pero que humedecen los ojos y sensibilizan al más duro de los campesinos cuando la cuentan.

Miguelito, como aún le dicen por sus pagos, era un niño que falleció de meningitis allá por el año 1967, a pocos días de cumplir su primer año de vida. Pasaron siete años de aquella dolorosa pérdida cuando una violenta tormenta sacudió el cementerio de Villa Unión desenterrando y descubriendo su ataúd. Quienes lo encontraron, se dieron cuenta que el cadáver del bebé, se había conservado inexplicablemente intacto. Al hecho sobrenatural le sucedió la explicación divina. Algunos cuentan que su mamá creyó que Dios lo quería destapado, así que se le mandó a construir un ataúd de vidrio para que todo el mundo pueda verlo. Desde aquella mañana, se convirtió en el Angelito Milagroso, haciendo alusión a su condición pagana-religiosa, más que a su segundo nombre. Se le adjudicaron varios milagros e historias. Muchos dicen haberlo visto llorar, otros aseguran que los salvó de alguna penuria. Hasta el día de hoy, miles de creyentes de todo el país lo visitan para pedirle y dejarle promesas de salud, dinero y amor. Como agradecimiento, como a todo niño, se le regala un juguete; por eso, su bóveda está repleta del color de los autitos, muñecos, pelotas y por supuesto, las cartas con palabras de desesperación y dicha.

El angelito gaitán

Quietud

«Dónde fueres haz lo que vieres» dice el dicho. Para no ser menos con el paisaje, los días en Villa Unión fueron pueblerinos y de descanso. Nos levantábamos temprano, caminábamos kilómetros para comprar pan casero, volvíamos, comíamos, leíamos, dormíamos.

La siesta era ley. Luego del mediodía todas las ventanas se cierran, el pueblo se esconde en las sombras y en el más absoluto silencio. No se mueven ni los pájaros. Tiene lógica, pues a esas horas ningún ser vivo resiste el calor de la intemperie. Llegué a la conclusión que lo que allí sucede no es más que una hibernación al revés. Es necesaria, natural, orgánica.

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No tiene sentido salir a la calle, no hay nada que hacer. Villa Unión es un maqueta de sí misma hasta que cae el sol y como si fuese cenicienta reviviendo de su propio hechizo, empieza a cobrar vida después las ocho de la tarde. Los negocios abren sus puertas, las motocicletas circulan, las vecinas se saludan y los mates se pasan de mano en mano. A veces, cuando la quietud no nos atrapaba, paseábamos por el dique dónde algunos solitarios matan las horas tirando un anzuelo al agua y las parejas eligen el feliz pasatiempo de besarse. Desde allí, cuando no hay nubes se llegan a divisar las cumbres nevadas del Famatina y el serpentear del cauce del Bermejo que se pierde en la montaña.

Estábamos cómodos, claro, porque unos días atrás, Ricardo y Marisa nos habían invitado a pasar unos días a sus cabañas con una sola condición: que luego debíamos ir a conocer Guandacol. ¿Guandacol? Esa era la primera vez que escuchaba su nombre…

Continuará…

Villa Unión, La Rioja, Argentina.


Un poco de música…


DATOS ÚTILES PARA POTENCIALES VIAJEROS

¿Cómo llegar a Villa Unión?

  • En bus: Hay viajes todos los días desde la Ciudad de La Rioja, por la empresa FACUNDO. En auto: Se accede por la mítica RN 40 vía Cuesta de Miranda. 

¿Qué hacer?

En Villa Unión es fundamental conocer Banda Florida cruzando el Río Bermejo. Pueden ir a visitar al Angelito Gaitán en el cementerio ubicado luego del puente. También hay excursiones por la montaña, trekkings, circuitos en bici y visitas a viñedos. En la terminal de micros, se encuentra la oficina de turismo donde les van brindar todo el asesoramiento que necesitan. Dato importante: Cuando fuimos, la oficina de turismo alquilaba bicicletas gratuitamente para recorrer el pueblo y sus alrededores. 

Alojamiento: 

En cuanto al alojamiento, en Villa Unión hay de todo. Hoteles, cabañas y un hostel. Nosotros nos alojamos en las cabañas Cántaros del Río.

  • Villa Unión: Cabañas Cántaros del Río: Ruta Nac. 76 Km 206, Barrio San José, Villa Unión.  Cabañas para 5 personas. Dos baños con agua caliente. Cocina completamente equipada, comedor general, quincho con parrilla, cochera, aire acondicionado, wifi y biblioteca. Piscina y amplio parque con vista panorámica a las sierras. Teléfono: 011 1568860792 | info y reservas: loscantarosvu@gmail.com.

Gastronomía: 

No se olviden de comer un buen cabrito a las brasas. También les sugiero comprar sus exquisitos productos regionales y un buen vino riojano.

Consejos útiles:

Dado el clima del lugar es recomendable estar bien hidratados y llevar protección solar.

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