Es casi como un mito nacional. En cada charla con el tópico «ciudades de argentina», no falta el que dice: «Ah, Mendoza, ahí sí que no encontrás ni un papel tirado por la calle.»
No existe la persona que haya visitado la Ciudad de Mendoza y no edulcore la versión de su belleza y pulcritud. Aclaro. Yo no seré la excepción. ¿Pero qué tiene para estar durante tanto tiempo ese podio?
Es una ciudad diferente a las del resto del país. Quizás su toque distintivo son sus acequias, un sistema de canales al costado de las calles por donde escurre el agua que baja de las montañas. Hay de todo tamaño. Por algunas pasa un aluvión de agua con mucha corriente, por otras, más pequeñas, un simple chorrito decorativo y en algunas, ya secas se observa el trabajo ancestral del adoquinado.
Eso la hace rara, única, aunque los turistas tengamos que tener cuidado dónde pisamos para no sufrir un accidentes. ¿Y las montañas? Claro, siempre están como telón de fondo, como el mejor decorado que le puede brindar la naturaleza.
La ciudad es moderna, pero clásica. De avenidas y veredas anchas. De casas señoriales del siglo XIX. De tranvías (sí, aún los hay). De esculturas y arte urbano. Todo en Mendoza tiene esa sofisticación, igual que el buen vino que nace de sus entrañas. Es que el valor principal de estas tierras, es ser la madre del mejor Malbec del mundo, una cepa que no es argentina, pero que aquí encontró el mejor lugar para reproducirse.
La Avenida Emilio Civit, choca con un enorme portón de hierro vigilado por la escultura de un cóndor andino. Es la entrada al Parque General San Martín, un predio público de más de 300 hectáreas diseñadas por el famoso paisajista francés Carlos Thays. Sauces, álamos, plátanos, decoraran un sinfín de calles onduladas. Todas las tardes los mendocinos se acercan a practicar deportes, tomar mates, caminar o pasear en bicicleta. Es que el lugar transmite ganas de quedarse. Lagos, rosedales, confiterías y hasta un estadio de fútbol. Todo acompañado de verde, todo perfectamente prolijo.
Al final del parque, subiendo unas escaleras se asciende al Cerro de la Gloria que conmemora la gesta libertadora del General San Martín (libertador de Argentina, Chile y Perú). Antiguamente se llamaba «Cerro del Pilar», pero toma el nombre actual, en 1913, cuando se lo elige como sitio para emplazar el fastuoso monumento de bronce en homenaje al Ejército de los Andes, creado por Juan Manuel Ferrari. Fue inaugurado oficialmente un año después.
Al bajar del cerro, logro divisar el lejano paisaje desértico. Mendoza, es un oasis artificial creado por medio de grandes trabajos de riego e ingeniería. El Parque San Martín, el Cerro de la Gloria, las Acequias, el Malbec, todo fue obra del hombre. Tal vez lo más peculiar de la ciudad no sea su belleza natural, sino la grandeza de su gente.
DATOS ÚTILES PARA POTENCIALES VIAJEROS
La moneda oficial de Argentina es el Peso (u$s 1 = 13 pesos, aproximadamente)
¿Cómo llegar?
Hay vuelos diarios a la Ciudad de Mendoza por Aerolíneas Argentinas y Latam. Tambien se puede llegar en micro, desde Retiro son aproximadamente 12 hs de viaje. La terminal es bastante cercana al centro.
¿Qué hacer?
Pasear por la ciudad es un plan en sí mismo: Cerro de la Gloria, Parque San Martín, Plazas y calles con acequías. Además, Mendoza es el epicentro del turismo aventura: hay muchas agencias que ofrecen desde rafting, parapente, kayak y trekkings por la montaña. También, pueden realizar la «ruta del vino» y visitar un sinfín de bodegas donde aprender sobre el producto y degustar los mejores vinos del país.
¿Dónde dormir?
Nos alojamos en Malbec Hostel, lo más económico y muy bien ubicado en el centro de la ciudad.
¿Qué comer?
Mendoza ofrece una amplia oferta gastronómica para todos los gustos y bolsillos. Les recomiendo probar el cabrito asado, pero sobre todo con un buen vino cuyano.