Habría que construir una escalera imaginaria para subir siempre que uno tenga la necesidad de pensar algo importante para su vida. O quizás, simplemente cuando nos dé la gana de sentir de que más allá de cualquier problema, todo estará bien. Subir de un tirón, y una vez allí, buscar la roca adecuada y sentarse a contemplar la inmensidad del Lago Titicaca, el más alto del mundo.

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Hay que dejar pasar muchas horas para que suceda el espectáculo completo y darse cuenta que se trata de un lago multicolor. A la mañana puede encandilar con la luz del sol y quedar invisible, al mediodía puede ser verde, turquesa, o del azul más profundo entre todos los azules. A veces, cuando el día está nublado aparece plateado como el acero. Cada tarde se toma el minucioso trabajo de transitar desde amarillo hasta encenderse en un naranja resplandeciente que se va apagando a distintas tonalidades rojizas. Pero si tiene suerte y no hay muchas olas, se produce el hechizo. Si mira hacia donde se funde en el horizonte, allí donde más que un lago parece un mar, puede confundirse con el cielo en una misma cosa y sentir el impulso de echarse a volar. No es un lago cualquiera es, como diría una canción, un lago en el cielo. Y tal vez sea por estar tan cerca que se trata de un lugar mágico.

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A sus orillas se levanta Copacabana, un pequeño pueblo que vive de la pesca, agricultura y el turismo, y donde descansa una Virgen que lleva su mismo nombre. Al parecer, tiene bien atribuida su fama de milagrosa, pues todos los días desfilan cientos de personas por el templo construído sobre la plaza principal, con sus vehículos adornados de flores y guirnaldas de colores para ser bendecidos por la “mamita”.

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Alasitas

Siempre me gustó cómo los bolivianos utilizan el diminutivo en su lenguaje cotidiano. Creo que mi frase preferida es “hágame un favorcito, no sea malito”. Aunque también me da gracia como se lo encuentra en cada uno de los sustantivos. “La sopita viene con su papita, su pancito…” No sé si será porque ellos también son chiquitos, pero tienen una relación muy simpática con “lo pequeño”, tanto que podríamos decir que forma parte de su vida cultural. El ejemplo más insólito en este sentido son las Alasitas. la fiesta religiosa-pagana más importante después del carnaval, que gira en torno a la “pequeñez”.

La cosa es más o menos así. La fiesta se trata de adorar y pedirle al Ekeko, el dios de la abundancia. Para ello la gente compra el objeto que desea en miniatura (hay toda una industria dedicada a tal fin), por ejemplo: Si usted quiere cambiar el auto, compra un autito en miniatura. Si quiere terminar de construir su casa, la casita. Si se trata de un negocio, hay mini consultorios, farmacias, ferreterías, etc. Si tal vez, usted ansía dinero, hay dólares, pesos, euros y tarjetas de crédito. Si lo que sueña es casarse o terminar la universidad, se consiguen libretas de matrimonio o certificados de títulos pequeñísimos. Ah, y si quiere viajar, también hay avioncitos y valijitas. Cualquier cosa que se le ocurra, podrá encontrarla en su versión mini en las ferias de las alasitas.

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Todo eso, se lo lleva a un chamán para chayarlo (bendecirlo). Los chamanes y los creyentes se hacen cita en el calvario de Copacabana, un cerro con una vista privilegiada del lago. Allí, se chayan los objetos en una solemne ceremonia que incluye cerveza, harina, incienso, oraciones y petardos. Se le pide al Ekeko y a la virgencita, buenaventura y abundancia para el resto del año. Finalmente, se regalan los objetos a las personas indicadas, porque lo más interesante de esta creencia es que uno no desea para sí mismo, sino para otro y es condición para que los deseos se cumplan.

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El lago está lleno de historias de magia y superstición. Entre sus aguas se encuentra la Isla del Sol, uno de los sitios sagrados para la civilización inca. Para llegar ahí tuvimos que tomar una lancha que nos depositó en la parte norte. Sinceramente, la isla es maravillosa. Es una burbuja en el tiempo y uno de esos lugares que no parecen ser de este planeta. Hay paisajes y colores de todo tipo. Y si no fuera por el frío, hay playas blancas que pueden engañarlo y creer que está parado en el Caribe. Desde allí, si se mira hacia el lago, hay tres pequeños islotes que forman un triangulo. En su centro, Jaques Cousteau, descubrió una ciudad perdida sumergida en las aguas que, según cuenta la leyenda popular, era de oro y escondía valiosos tesoros.

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Las islas de Jaques

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Subiendo una colina se accede al sitio sagrado donde se pueden encontrar ruinas de un templo de adoración al sol, pertenecientes al imperio incaico. Hay restos de una ciudad y una antigua mesa de sacrificios. Sobre una ladera hay una roca, que según la creencia de los incas y de muchos contemporáneos, guarda una poderosa fuente de energía. Por ello, los visitantes apoyan sobre ella las palmas de sus manos para meditar y recibir las buenas vibras de la naturaleza. Hago lo mismo, por las dudas si necesito alguna recarga.

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Mientras tanto, el sol empieza a caer y todo el entorno cambia de color. Hay algo en el aire, algo esotérico, algo potente. Parece que hay una mano mágica que está en todas partes pero yo no la veo y ellos sí. Creo que ellos saben algo que yo no sé, que si lo supiera cambiaría toda mi forma de ver las cosas. Tal vez tenga que dejar de pensar en grande y hacerlo en miniatura. Pienso, pienso. Quizás ese es el problema. Pienso y me voy creyendo que ese lago y esa gente guardan algunos misterios que jamás me revelarán.

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DATOS ÚTILES PARA POTENCIALES VIAJEROS

La moneda oficial de Bolivia es el Peso Boliviano. (u$s 1 = 6.92 Bs)

¿Cómo llegar?

Se puede llegar desde La Paz. Son tres horas de un bus que cuesta 20 Bs. Atentos! En un momento todos deben bajar del bus y subirse a una lancha (2 Bs) para cruzar el Estrecho de Tiquina. Luego siguen en el mismo autobús hasta Copacabana.

¿Que hacer?

En las cercanías de Copacabana, pueden subir al calvario que tiene una panorámica increíble, conocer la iglesia o la Horca del Inca. También hay muchas excursiones a distintos puntos cercanos al lago como las islas flotantes de los Uros o las ruinas de Tiwanaku. Les recomiendo fuertemente ir unos días a la Isla del Sol o Isla de la Luna, no se arrepentirán.

¿Dónde dormir?

Copacabana es una ciudad que vive del turismo, con lo cual hay decenas de hostales de todo tipo y precio. Los más baratos rondan entre los 20 y 25 Bs, por persona. Si pueden gastar un poco más, les recomiendo el Hostal La Cúpula, que tiene una hermosa vista al lago. También hay campings sobre la playa, pero tienen que estar bien preparados para el frío de la noche. En la Isla del Sol, también hay varios hospedajes comunitarios desde 35 Bs o acampe en la playa por 10 Bs.

¿Que comer?

Hay de todo. Los menúes completos (sopa + plato) cuestan 20 o 25 bs en los restaurantes. Les recomiendo comer en el mercado que es mucho más económico. No dejen de probar la especialidad del lugar: Trucha en cualquiera de sus presentaciones y sopa de quinua. Por las tardes, las doñas hacen unos buñuelos riquísimos.

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