Hoy cumplo seis meses de viajero. Seis meses de nómada. Meses que pasaron volando y andando. Aún me cuesta creer que ya hace medio año que dejé mi casa, mi familia, mis amigos, mi trabajo, mi rutina, y mis comodidades para salir a ver el mundo con mis propios ojos.  Seis meses, que dicho así,  puede no parecer tanto y puede que sea cierto. Pero a mí me parece muchísimo. Entonces me pregunté ¿Qué hacemos en seis meses? Y recordé cuantos meses se me pasaron sin darme cuenta y cuantos otros se me fueron sin hacer nada. Hoy trato de recordar un poco de estos seis meses, que fueron exactamente 184 días en los cuales decidí cambiar mi vida.

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A volar!

En estos últimos seis meses conocí once países. Visité más de cuarenta ciudades. Transité por once Aeropuertos. Me enfermé dos veces. Leí dos libros y medio. Corrí el autobús incontables veces. Me colé en el metro otras tantas. Me multaron una vez. Crucé el Atlántico y el Mediterráneo y vi el Pacifico. Me fui con 13 kg en la mochila. Ya dejé varios y acumulé algunos otros.

Por las calles de Tánger...

Por las calles de Tánger…

Viajé en avión, en tren, en metro y cientos de horas en autobuses lindos, regulares y deplorables. Viajé sentado cómodamente en los asientos, en las escaleras, en el pasillo y hasta en la cabina del chofer. Viajé en los buses londinenses de dos pisos y en buseta a Choroní. Viaje en auto, a dedo, en taxis, en remises clandestinos, en ferrys, botes, lanchas y lanchitas. Viaje en bicicleta, en Jeeps 4×4 y a camello.

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Cayo Sombrero, Venezuela.

Dormí en hostels, riads, pensiones de mala muerte y en un hotel cinco estrellas. Dormí en camas, sofás, chinchorros, y al aire libre, en el suelo del desierto mirando el cielo más maravilloso que he visto. Dormí en casas de familiares, amigos y couchsurfing. Dormí en aeropuertos, en Jaimas, en carpa, en un cuartel de bomberos, en el piso de un hotel en Barquisimeto, a más de 3000 mts de altura y en una isla desierta.

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Abbey Road, Londres.

Comí jamón en España, tajin y cuscús en Merzouga, ceviche en Panamá y el helado más caro del mundo en Florencia. También degusté crème brûlée en París, milanesas en Roma, pescado en el puerto de Essaouira, gazpacho en Granada, un pancho en Vienna, las mejores aceitunas en Chefchaouen y unas cuantas arepas en Venezuela. Comí una pizza sentado con los pies en el agua de los canales de Venecia, empanadas en Barcelona, sopa en los puestos de la plaza Jamaa El Fna, una tarta hecha bajo tierra por los nómadas del desierto negro, carpacho en un restaurante de lujo, atún directamente de la lata y carne de dudosa procedencia (se sospecha que era camello) al costado de alguna ruta marroquí.

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Granada, España.

Me fui a una marcha de indignados en Madrid y de tapas por Barcelona. Toqué una guitarra de los Hermanos Conde y el Guembri en Khamlia. Aún tengo en los ojos el recuerdo del azul del Mediterráneo de Cadaqués. Caminé en la noche por los puentes de Venecia, crucé el Canal de la Mancha y el Estrecho de Gibraltar. Me impactó el Guernica de Picasso, me enamoré de La Primavera de Botticelli y vi como desde 20 metros a la Gioconda de Da Vinci, detrás de los doscientos orientales que le sacaban fotos.

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Mar Mediterráneo

Me tomé un vino tirado en el pasto de Champs de Mars, a los pies de la Torre Eiffel. Crucé Abbey Road en la misma fecha que los que la hicieron famosa. Estuve en Londres en los Juegos Olímpicos. Intenté colarme, sin éxito. Conocí Strawberry Fields y fue magia. Crucé el mismo puente por el que caminó William Wallace para liberar Escocia. Caminé, saltando entre las tinas de las curtiembres de Fés. Crucé el desierto marroquí durante tres días en camello. Hice “la plancha” en el Mar Caribe. Escalé el Roraima en la Gran Sabana y el Volcán Barú en Panamá. Vendí mis fotos en la playa. Me compré un cuatro en Barquisimeto y toqué una Zamba en la Alcaldía. Pasé Navidad en familia (venezolana) y año nuevo en el Casco Antiguo de Panamá.

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Choroní, Venezuela.

Cumplí uno de mis sueños cuando escuché flamenco en el Sacromonte de Granada. Además oí tambores en Choroní, gaitas en Edimburgo, Jazz en Notre Damme, Joropo y Gaitas en Venezuela,  Rockandroll en The Cavern, Gnwna en Marruecos, Salsa en San Felipe,  Bach en las calles de Vienna.

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Marruecos

Conocí la Cibeles, la Puerta de Alcalá, la Plaza Bolivar, Piazza Espagna, el Ponte Veccio, el Camdem Market, la Catedral de Toledo, la Sagrada Familia, la Casa Batló, La Pedrera y el Park Guell de Gaudí. También, la Menara, el Coliseo romano, el Reloj Astronómico de Praga y el castillo de Stirling. Las Playas de North Berwick, Sidi Kaouki y Chuao. El Salto La Llovizna, la casa de John Lennon, el Duommo de Florencia, las ruinas de Aït Benhaddou. Visité el Museo del Prado, el de Dalí, el de Kafka, el de Chaouen, el Louvre, el de Barquisimeto, el Uffizzi y el de los Beatles en Liverpool. Paseé por Montmartre, Boquete, Champs-Élysées, Murano, Maracay, Edimburgo, Malá Strana, el Barrio Gótico y el de Woolton. Llegué a la casa de Mozart y a la comunidad aborigen de San Francisco de Yurani.

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París…

Por último, y muy importante, aprendí a decir gracias en español, inglés, italiano, alemán, árabe, checo, francés, y pemón, que en este medio aniversario es lo mejor que tengo para decir.

Por eso, muchas Gracias a todos los que nos apoyan en este proyecto colaborando. leyendo, comentando, compartiendo o gustando del blog. Thanks a todos aquellos que siempre nos dan una mano desde Argentina. Grazie a todos los amigos y couchsurfing que con su inmensa hospitalidad nos abrieron las puertas de sus casas para compartir un pedacito de su vida conmigo. Danke a las cientos de almas anónimas que en cualquier momento nos ayudaron de un montón de maneras, desde regalarnos un vaso de agua hasta encontrar alguna calle. Shokran a mis familiares y amigos por recordarme siempre de dónde vengo y a dónde voy. Díky a los amigos que aún no conozco y en el camino encontraré.  Merci a Vito por quererme, empujarme y acompañarme a realizar este sueño. Y por supuesto, Wakupemán a mí, a Mariano, por tener el valor y la inconsciencia de llevarlo adelante.

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Roraima.

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