Ni dormido me olvido de mi identidad.
(Rubén Blades)

“Bienvenido a la República Bolivariana de Venezuela”, me dijo con cara de muy pocos amigos, la oficial militar de migraciones mientras machucaba el sello de entrada contra mi pasaporte. Estaba dejando detrás Europa, Marruecos, unos días de otoño madrileño, Barajas y el frío del aeropuerto de Frankfurt. Luego de meses viviendo del otro lado del atlántico,  pisaba nuevamente el continente americano.

A través de la ventana del avión se puede  ver el turquesa del Mar Caribe y los primeros edificios de la costa de Caracas. La imagen es tan diferente a mi último aterrizaje en tierras alemanas. Mientras camino por la manga del avión empiezo a sentir algo como familiar, una sensación que evoca un recuerdo. Algo en la piel, como si el cuerpo tuviese algún tipo de memoria. Latinoamérica tiene estímulos muy particulares y muy diferentes a otros lugares en los que estuve. Es algo inexplicable, que pasa por los sentidos. Será el olor, la humedad, los sonidos, los colores, la temperatura, no lo sé. Hay algo en el ambiente que es distinto. Latinoamérica se siente en el aire.

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Volver a América significaba algo más que el siguiente destino. Era un momento de inflexión, un punto clave. Era justamente, volver.  Por lo general, cuando uno regresa es el fin de un viaje, y como todo final, tiene algún sentimiento aparejado. Uno siente la melancolía,  alegría o nostalgia que inspira la vuelta. Lo mismo cuando lo inicia: Siente ansiedad, expectativa, curiosidad, etc. O también, la sensación de placer y de sorpresa de cuando nos encontramos en la mitad del camino.  Venezuela, me esperaba con una suma de sentimientos encontrados que me llevó mucho tiempo armonizar: Por un lado significaba el fin de un viaje, pero al mismo tiempo la continuación de un gran viaje. Y a la vez, el comienzo de otro.

Afuera del aeropuerto me estaba esperado mi amigo Chevi, que desde nuestra llegada al país, nos recibe en su casa junto a su familia, mostrando una hospitalidad extraplanetaria. Junto a su padre, vamos por la autopista hacia las afueras de Caracas. Ya es de noche, las luces de los barrios sobre las laderas de las montañas hacen de la ciudad un gran árbol de navidad. En el camino, durante la típica conversación de llegada (cómo fue el viaje, cuánto duró, qué comieron, tardaron mucho las valijas) ya aparece el tema obligado.

Las señoras, chochas!

Las señoras, chochas!

Es que acabábamos de llegar a Venezuela, en medio de un alboroto general. Sin planearlo estábamos en el punto del mapa, donde estaban puestos todos los ojos del mundo. Chávez había sido reelecto el día anterior por el cincuenta y pico de los votos, la elección mas ajustada desde su primera presidencia. Como se ve, la sociedad esta dividida “casi” por la mitad. Los que lo odian, creían esperanzados que este era el fin de un ciclo que ya lleva 14 años. Los que lo aman esperaban confiados en que el modelo socialista triunfara a pesar de la avanzada de la derecha. Lo cierto es que aquí es imposible escapar de la política, es parte del paisaje natural venezolano. Las ciudades están empapeladas y pintarrajeadas de todo tipo de consignas y propagandas. La televisión es una guerra ideológica abierta y constante. El arte urbano respira política por los poros y la gente la llevan muy arraigada culturalmente, y presente en todas las actividades que realizan.  Se habla, se siente y se vive en cada rincón. Y por supuesto no hay grises, uno esta de un lado o del otro.

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Además Venezuela me devolvió algunos temas que había dejado con mucho gusto en Argentina antes de partir: La economía, el dólar, la inflación, los políticos, la corrupción, la inseguridad, etc. Respire profundo. Ah, otra vez el dulce sabor del Tercer Mundo.

Llegamos a El Hatillo, una localidad en los cerros de las afueras de Caracas. Como ya era muy tarde nos fuimos dormir. Al otro día, Chevi nos despertó con honores. Nos esperaba con un auténtico desayuno criollo: Arepas, caraotas, carne mechada, queso guayanés y perico (un revuelto de huevo, cebolla y morrón). Con el inconfundible sonido de un cuatro venezolano de fondo y al ritmo alegre del joropo, la mañana pasó repasando algunos conceptos del venezolano básico.

– Un poco de lunfardo para sobrevivir: Ey marico, Cómo va la vaina, Chamo, De Pana, Arrecho, Naguara. Listo, todo fino! 

– Algunos lugares y playitas para visitar: Choroní, Morrocoy, Mochima, Roraima y la Gran Sabana, los llanos, Mérida, Barquisimeto. Listo, todo fino! 

– Situación social: Algunas precauciones con la seguridad, cómo esta la cuestión política. Fino! 

– Importantísimo, algo sobre transporte: Autobuses del gobierno, busetas, taxi, mototaxis. Me resultó un poco fuerte el tema de pedir la cola, hasta que me enteré que era “hacer dedo”. Así que Fino!

– Dólar paralelo: Alrededor de 12 bfs por dólar. Todo Fino!

Luego tocó el mini tour de familiares, tíos, primos, sobrinos, abuelas, que querían conocer cuál era esa vaina de los panas argentinos. Todos regalándonos cosas, enseñándonos sus casas, mostrándonos las fotos del resto de la familia. Como buenos latinos, todos entre risas, gritos, cordialidad y confianza. Otra vez respiré profundo, y sentí el estimulo de estar, otra vez en la calidez latinoamericana. Respiré de nuevo, me sentí como en casa y fui feliz.

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Por la tarde se nos ocurrió ir al gran evento del día, el acto de asunción presidencial en la plaza Diego Ibarra. Allá fuimos, camuflados con nuestras remeras y gorros de PDVSA, como para no llamar la atención. El lugar era una verdadera fiesta popular. Estaba lleno de banderas, carteles,  gorros,  y como si fuese Gotzila, hasta un Chávez gigante se erigía  por sobre los edificios. A pesar de la lluvia, la plaza rebalsaba de gente extasiada de entusiasmo y delirio. Había personajes de todo tipo, bailando, gritando, echando bromas, mucho color, mucha alegría. Me pidieron que saque fotos, me contaron la historia de la revolución, me regalaron constituciones, revistas. No hay como Chavéz, chamo! Tiene huevos! El tipo les dio por culo a esos yankis!!  Chávez es como una especie de Superman Bolivariano. Es el hombre que todo lo puede, y es el núcleo donde gira toda la revolución.  La devoción que sus seguidores le tienen es realmente sorprendente, como si fuese un santo. La fiesta duró hasta muy tarde entre grupos de salsa, banderazos, papelitos y las palabras del héroe de la noche, por supuesto.

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Al otro día partimos hacia mi segundo hogar en Venezuela que fue Maracay, ya que es el lugar donde viven y nos alojaron nuestros amigos. Con la plaza Bolívar más larga del país (aquí todas las plazas centrales se llaman con el nombre del prócer),  es  lugar donde habita el poder militar del país. Los arsenales, regimientos y escuelas del ejército se encuentran centralizados aquí.  Para nosotros, los argentinos, nos puede generar una sensación extraña, ver el rol que cumplen las Fuerzas Armadas en la sociedad venezolana. El militarismo también es una de las características más naturalizadas del país, los militares han ganado un lugar de privilegio en la escala social y se los encuentra en casi todos los estamentos estatales.  Casi todas las familias tienen algún integrante alistado en el ejército y es un motivo de orgullo. Hay toda una Clase Militar  que puede llegar a ser una especie de casta social que convive con el resto de la sociedad.

Por demás, la ciudad no tiene mucho interés turístico más que el hecho de que se encuentra a dos horas de Choroní, Chuao, y Cepe. Algunas de las mejores playas caribeñas de esta zona. Por eso es que cada fin de semana, era la excusa para que nos encontrara panza pa’ arriba en la arena blanca. Lo que me dejó Maracay, es la posibilidad de conocer una ciudad como cualquier otra, conocer el ritmo, el nivel  y la forma de vida de la Venezuela real, no turística.

venezuela-barquisimeto-9Quienes viajen a Venezuela por más de dos semanas y no se queden en un all inclusive en Margarita, se van a dar cuenta que hay una norma general que funciona en todo el país: la informalidad. La extrema burocracia que rodea el estado contrasta contra la falta de formalidad para hacer cualquier tipo de diligencia en otros ámbitos.  Eso hace que por una vía, o por la otra. Todo se vuelva extremadamente difícil y fastidioso.

El precio de las cosas puede variar de una ciudad a otra, o de un negocio a otro, o de un horario a otro, sin ningún motivo. Además se van a sorprender (sobre todo los argentinos) que Venezuela es el único país donde la gasolina es más barata que el agua. Esta prácticamente regalada, así que aquí sucede mucho que quien a su coche le pone cartelito que dice “Taxi”, tiene un taxi y obviamente cobra lo que le parece. Eso, más la cantidad de autos hace que  el tránsito sea realmente un caos y el trasporte público paupérrimo. Lo que nosotros conocemos como colectivos o autobuses, en Venezuela son unas busetas en un estado calamitoso sin ningún tipo de control. Además, el sistema está totalmente colapsado, por lo que a las horas pico es imposible moverse en la parte céntrica de las ciudades. Las busetas circulan hasta las 21 hs, así que si uno llega medianamente tarde, debe tomarse un taxi que probablemente salga hasta 10 veces más que la buseta. Ah, cabe decir que según el horario cambia el precio. Hay una falta de infraestructura que da miedo, construcciones que quedaron por la mitad, falta de limpieza en las calles, falta de obras de mantenimiento, cortes de luz, de agua, y sobre todo falta de planificación. Todo ello, también es parte de Venezuela. Todo ello también es parte de la revolución. Todo ello me hizo recordar y activar nuevamente ese instinto de supervivencia que tenemos todos los latinoamericanos. Respire profundo: Ahhh, la maravillosa sensación al subdesarrollo.

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Algunos de los barrios que construyó el gobierno en Barquisimeto.

Como soy amante de la música fuimos hasta Barquisimeto, una de las ciudades más importantes del estado de Lara y cuna del cuatro venezolano. Allí hicimos contacto con la Alcaldía y el Instituto de Cultura que nos recibieron y nos trataron de maravillas. Fuimos invitados a varios eventos y charlamos mucho con funcionarios sobre las realidades y perspectivas venezolanas.

Bienvenidos a ...

Bienvenidos a …

En la Alcaldía, nos contaron y nos mostraron las experiencias sobre el concepto de Poder Popular, que seria básicamente delegar el  poder de decisión y ejecución de las políticas publicas en las asambleas comunales disminuyendo progresivamente la intervención del estado. Me resultó un proyecto muy interesante y ambicioso desde lo conceptual pero lo cierto es que en algunos momentos y lugares funciona bien y en otros muy mal, sobre todo en la discrecionalidad con que se asignan los recursos a los representantes de las comunas. También tuve acceso a distintos debates y autocríticas sobre fascismo (me sorprendí mucho en esa charla) sobre como manejar el poder dentro del proceso revolucionario, qué lugar hay para las diferencias y cuál es la posición frente al  otro que piensa diferente.

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Mediante al Instituto de Cultura, fuimos a exposiciones, obras de teatro, peñas, presencie clases de música, y casi me regalan un cuatro. (Finalmente me compré el mío.) Pero lo más lindo fue cuando nos invitaron a un Tamunangue. Es una especie de fiesta tradicional y religiosa, donde hay un grupo de música que le toca distintas piezas a la figura de San Antonio de Padua. Este ritual se hace exclusivamente en agradecimiento y pago de alguna promesa. La promesa que estaban pagando era la reelección de nuestro superhéroe Hugo.

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Baile y toque del Tamunangue

Baile y toque del Tamunangue

La experiencia en Barquisimeto fue riquísima, me llevé impresiones de muy buena gente con grandes intenciones, pero aún con muchas dificultades en la realidad concreta. Y fue conocer finalmente desde adentro, un pedacito de una revolución de la que tanto se habla y poco se sabe.

Continuará…

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